La respiración es una forma a través de la cual podemos entrar en el estado necesario, para experimentar de manera conciente los tiempos de cambios profundos como los que está afrontando la humanidad
Estamos viviendo una etapa de profundos cambios a nivel planetario. De esta forma, algo de nuestras vidas se ha ido transformando profundamente en este tiempo. No me refiero sólo al confinamiento que significó la contingencia producto del Covid-19, sino también a todos aquellos aspectos de la vida cotidiana que han cambiado a raiz de esta situación. Para algunos pueden ser los hábitos del sueño o de la alimentación y, para otros, puede tratarse de algo más interno, una mirada diferente ante el propio proyecto de vida, los planes o los sueños.
En el universo todo está en constante movimiento: las partículas, los átomos y las células se mueven, varían y se transforman. Basta mirar con atención una planta en crecimiento, para darnos cuenta de cómo la vida se expande y se contrae constantemente. Es nuestra mente, la que nos entrega una ilusión de estabilidad que, por una parte nos obliga a mantenernos en conciencia de lo que vamos construyendo y, por otra, la que nos genera una falsa expectativa de estabilidad eterna, que se sostiene con el apego, que inevitablemente surge cuando nos encontramos en una situación de comodidad.
Sin embargo, en nuestro propio cuerpo tenemos un recordatorio constante de la expansión y contracción, que nos conecta con esta impermanencia y sabiduría con la que está construido el universo; me refiero a la respiración. Inhalas y la vida entra en forma de oxígeno, creado por otros seres en sus procesos vitales de existencia: los árboles, las plantas y el océano. Exhalas y sale la vida que tú generas para ellos en forma de CO2, con lo que permites, así, su propia respiración.
Inhalas e inicia un ciclo vital, pues tu sistema nervioso central se estimula, tus células se oxigenan, se expande tu diafragma, tu abdomen y te llenas de prana o energía vital. Mientras que, cuando exhalas, te deshaces de lo que ya no te es de utilidad, dejas marchar lo que para otros es fundamental, compartiendo así, tu aliento de vida en plena conexión con el universo que te rodea.
En la respiración presenciamos de forma consciente o inconsciente, una y otra vez, los ciclos infinitos de la impermanencia y, a la vez, conectamos con la eternidad del instante presente, ese momento infinito que nunca acabará, mientras tengas conciencia de estar vivo.
Es así como nuestra respiración se transforma en la herramienta más poderosa al alcance de nuestra mano, para conectar con aquello que nunca se transforma, a pesar de todos los cambios que puedan ocurrir en tu vida, esta presencia que te acompaña siempre y que es la conciencia de ti mismo.
Para utilizar esta herramienta basta con parar unos minutos, no hace falta más de un minuto para respirar concientemente, observando con atención cómo el aire entra por tus fosas nasales, acompañando la inhalación hasta el final, sin forzarla, simplemente permitiendo que ocurra, lo mismo que sucede con la exhalación.
Puedes aumentar la experiencia de conciencia observando el abdomen elevarse al inhalar y descender al exhalar. Además, sitiendo el diafragma expandirse y contraerse y todos aquellos cambios que ocurren en tu cuerpo cuando respiras de manera consciente.
En ese momento de presencia, podrás ir soltando las tensiones con la exhalación, tal vez, aprovechando ese impulso de soltar todo aquello que ya no te sirve en tu cuerpo, para permitir también que salgan todas esas emociones que te molestan en este momento mientras respiras.
Al inhalar, puedes imaginar cómo entra en ti la nueva vida y agradecer la conexión con esos seres que han creado ese oxígeno para que tu respires. Inhalar lo nuevo, las nuevas oportunidades, las nuevas perspectivas y por qué no, los nuevos sueños o hábitos saludables que han surgido en estos tiempos de profundo cambio.
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