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El amor, esa fuerza que cura

Foto del escritor: Vidya AlejandraVidya Alejandra

Actualizado: 22 may 2024



El amor es la mayor fuerza que existe. Es la amalgama que une al universo, es la fuerza centrífuga que mantiene unidas a las parejas, las familias, los hermanos, los grupos sociales e, incluso, algunas sociedades. Entre todos estos amores, no podemos olvidar uno esencial: el amor propio


En cada etapa de tu vida, en todo momento y lugar, ámate. Escucha tu corazón y sigue su voz suave y amorosa, dale lo que te pide en cada momento. Escucha también tu cuerpo; ¿sientes hambre o sed? ¿frío o calor? ¿te sientes cansado? ¿estás respirando superficialmente? Detente un momento y entrégale lo que necesita.


Usualmente nos lleva de cinco a diez minutos responder activamente a las necesidades de nuestro cuerpo para satisfacerlas, ya sea para hacer un pequeño descanso, abrir la ventana y sentir un momento el aire fresco o, simplemente, respirar. Estos pequeños detalles que parecen tan insignificantes, son los que marcan una gran difrenencia en nuestro día a día, porque son los que nos hacen sentirnos amados, tenidos en cuenta, queridos y acompañados por nosotros mismos.


Aunque parezca una ilusión de los cuentos románticos, el amor es la mayor fuerza que existe, es la amalgama que une el universo, la fuerza centrífuga que mantiene unidas a las parejas, las familias, los hermanos, los grupos sociales e, incluso, algunas sociedades. Amor incondicional de padres y madres a sus hijos y, a pesar de los reclamos, de los hijos a sus padres; amor a la patria, amor fraternal; ¡tantos tipos de amor! Y, sin embargo, el más sencillo, el más cercano, el que tenemos al alcance de nuestra mano y se nos olvida: el amor propio.


Muchas veces confundido con ego o vanidad, el amor propio no es más que el auto cuidado o "amor en acción", concepto que me encanta repetir y poner en práctica una y otra vez, desde que tuve que aprenderlo en una fuerte crisis de mi vida.


Usualmente el "amor en acción" es el que nos daban nuestros padres, especialmente, nuestra madre en la primera infancia: el de la nutrición y el bienestar del niño que, para sentirse seguro en el mundo, lo único que necesita es ese pecho y esa leche nutricios y, sobre todo, el dulce abrazo. Así que, la buena noticia, es que esa "madre" o capacidad interna de sustentarte y abrazarte, aún reside en ti. No necesariamente porque hayas tenido una madre nutricia y presente en tu vida, sino porque el ser humano, intrínsecamente, tiene la capacidad de aprender a mimarse y a cuidarse amorosamente, en todo momento y lugar.


Puede que, como buen aprendizaje, esta tarea de escucharte y tomar conciencia de las voces de tu cuerpo y alma (cuya voz reside en el corazón), lleve su tiempo. Puede que, de vez en cuando vuelva y se te olvide. Pero si eliges una rutina de cuidado diaria, marcada incluso en tu agenda, para escucharte y tomar el tiempo para responder a tus necesidades, la práctica lo transformará en un hábito e impulso automático.


Y ¿cómo hacerlo? En realidad escuchar el cuerpo implica un proceso similar al de escuchar la voz del corazón:


- Para por un momento cualquier actividad en la que estés y encuentra una postura cómoda, puede ser de pie o sentado.


- Empieza por tomar conciencia de tu respiración. No hace falta que respires de ninguna forma específica, simplemente obsérvala y deja que ocurra de forma natural y espontánea.


- Lentamente empieza a ampliar la inhalación, tomando conciencia de tu abdomen y de cómo éste crece al tomar el aire, siempre sin forzar. Simplemente, acompañando la inhalación hasta el final. A continuación observa también la exhalación, acompañándola también hasta el final (Si sientes que la ropa te aprieta, puedes soltar un poco el cinturón, el pantalón o la falda).


- Observa esta respiración, permitiendo que se manifieste de forma amplia y espontánea, sin ninguna técnica específica.


- Una vez que hayas conectado con tu respiración, empieza a escanear tu cuerpo, desde la cabeza hacia los pies, observando especialmente tres zonas: cuello y hombros, pecho y dorsales, pelvis y lumbares.


- En esta observación consciente de nuestras sensaciones, simplemente deja que tu cuerpo haga los movimientos suaves y espontáneos que necesite para encontrar bienestar.


- Para escuchar tu corazón, simplemente lleva tu atención al centro del pecho, respirando también de forma espontánea, acompañando la inhalación y exhalación hasta el abdomen, sin forzar.


- Puedes dejar que las emociones se manifiesten, sintiendo o escuchando la necesidad interna que tengas en este momento. Tal vez necesitas desahogar alguna pena o soltar el estrés. Es en ese momento, en el que de forma, también espontánea, nos surgen ideas de lo que podemos hacer para sentirnos mejor, ya sea prepararnos un baño caliente, beber agua o pintar; cantar, bailar, mover el cuerpo o, tal vez, por el contrario, parar la marcha y descansar.


- Podemos también utilizar la respiración como herramienta para liberar algunas emociones con la exhalación. Para ello ayuda imaginarnos en medio de una esfera de luz dorada o violeta, llenándonos con su luz al inhalar y exhalando la emoción que necesitamos liberar, imaginando que la esfera se transforma nuevamente en luz todo lo que sale de ti.


Se trata de que en un simple acto de "amor en acción", de forma natural, te entregues lo que necesitas. Esto cura el vacío, esto nos devuelve a la sensación de ser importantes para alguien que nos ama profundamente, nos cuida y nos nutre con amor. Que maravillosa suerte que ese alguien, seamos nosotros mismos.

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