Las amapolas me recuerdan la belleza de lo que se va rápido, pero puede ser disfrutado plenamente en el instante, tanto que se te clava en el alma y ya no deja de brillar dentro de ti.
La vida me recuerda, una y otra vez, que la impermanencia es una realidad constante y, sin embargo, las amapolas me devuelven la calma, porque en medio de tanto cambio, me hablan de lo importante que es estar plenamente en el presente.
He vivido en 3 países, 9 ciudades y he hecho más de 25 mudanzas en mi vida. Cambios de trabajo, estudio, proyectos, estilos de vida, en mi cuerpo y emocionales. El cambio ha sido una innegable realidad en mi vida. Sin embargo, siento que hay algo en mi que permance constante. Es una sensación de Ser yo, independientemente de mi momento de vida, o de qué tan leal esté siendo conmigo misma en ese momento.
Hay una presencia innegable que se hace más fuerte cuando empiezas a escucharte y a tratarte con amor. Y para mí, que además de mi fuego interno tengo tanta tierra, el amor en acción es la clave para que esto sea sentido como una realidad absoluta.
Para mí, amarme, ha sido traducido en darme espacio para ser absolutamente yo, cuidar mi cuerpo, alimentarme bien, darme suficiente descanso y tiempo para crear. En algunas ocasiones esta lealtad interna me ha llevado a rupturas inesperadas, cambios profundos y duelos que parecían interminables.
Es fuerte decirlo y da miedo, pero la verdad es que si tu no te llevas hacia tu propio bienestar emocional y físico, nadie va a hacerlo por tí, te guste o no. Así que las amapolas me dan una y otra vez la misma clave: "disfruta el presente, crece siendo auténtica donde sea que nazcas, incluso en el asfalto, en medio de una calle donde no te sientes a gusto, sé tu misma". Me susurran y, cuando se van, dejando la primavera atrás, me queda ese dulzor en la boca tras su paso. Las amo porque me hablan de simplicidad y belleza en lo espontáneo, en el fuego de la vida tan anclado a la madre tierra.
Me hablan de una fuerza descomunal que surge de algo que parece tan frágil y que la belleza sólo puede ocurrir en el momento presente. Este año la vida me relagó un jardín lleno de ellas. No me puedo sentir más agradecida.
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